jueves, 11 de septiembre de 2014

Entre arepas y tortillas

Tarde, pero a tiempo la vida me está dando una buena lección…  

La primera vez que trabajé -diría "con" pero, por mi puesto era más bien "para"- un colombiano, tenía apenas unos días de haber entrado a esa empresa cuando ya me estaba regañando en persona el  mismísimo Director Regional de Latinoamérica (un brasileño), porque aún no había contratado a nadie para ese Gerente de Operaciones colombiano, que necesitaba a esa persona hacía no sé cuánto tiempo; así que mientras el brasileño me regañaba, el colombiano me miraba con una cara que yo interpreté de "¿a ver para cuándo?", así sin ninguna clemencia por ser la nueva, y ESA, fue mi primera interacción profesional con Colombia (y con Brasil también).

Además de Colombia, muchos otros países convivíamos en esa empresa todos los días: México, Suiza, Francia, España, Argentina, Brasil, Venezuela, no tengo idea por qué de todas esas interacciones multiculturales, las que recuerdo como más dolorosas fueron con otra colombiana que siempre necesitaba algo, así que me "tocaba" hacer muchas cosas para ella, del seguro de gastos médicos, una carta para la escuela de sus hijos, cosas del banco, del préstamo tal, de los impuestos, de las clases, de las visas, etc., y claro como en todos los puestos, había cosas que no estaban en mis manos, particularmente las cosas que ella me pedía que estaban fuera de política y procedimiento, mismas que mi jefa tenía a bien recordarme a cada rato y decirme a mí que no se podían hacer, pero cuando la colombiana iba a hablar con ella directamente entonces sí encontraba cómo resolver algunos de esos asuntos y ya se imaginarán como quedaba yo ante Colombia o cualquier otra nacionalidad con ese tipo de circunstancias (además de cómo me sentía).    Además tenía la "mala suerte" de que cuando me equivocaba, varias veces era ¡con cosas de ella! y les juro que no era intencional, por lo menos no de manera consciente.

Tristemente después me enteré que esta colombiana, para la que yo hacía tantas cosas, andaba por los pasillos multinacionales hablando mal de mí, me "acusaba" con mi jefa, con el jefe de mi jefa, se quejaba de mí (no sé si de mi trabajo o de mi persona o las dos) con quien quisiera escucharla, y me evaluaba muy mal, claro, ya les dije que yo no podía hacer todo lo que ella quería hasta que mi jefa decidiera lo contrario, pero nunca hablaba de sus insatisfacciones directamente conmigo, o sea nunca lo hizo, y ahora que lo pienso, aunque lo hubiera hecho, en la práctica no iba a servir de mucho porque la dinámica de hacer concesiones especiales sólo si me jefa quería siguió hasta el final de mis días por allá.   

Ahora sé que vivir fuera de tu país con tantas preocupaciones de salud, de pareja, de hijos, económicas, de seguridad, de educación y sin tu familia y tus amigos que te apoyen, pues la vida se mira desde otro cristal, independientemente de tu nacionalidad y tu cultura, hasta las cosas más pequeñas se vuelven complicadas por un buen tiempo para todos los miembros de la familia y eso no hace sino multiplicar los inconvenientes para todos los involucrados.  Particularmente yo tenía la sensación de que ella quería que la empresa le resolviera muchos de esos inconvenientes personales, y para ella pues yo representaba a la empresa, pero yo no la supe entender de verdad, simplemente me resistía a ser su "asistente personal" considerando que yo debía dar atención a los más de 100 empleados también. 

"Nooo, ¿como así?, para atrás ni para coger impulso", me decía Jorge, el otro colombiano que también trabajaba ahí y que me hacía reír mucho, que hablaba conmigo con franqueza, que buscaba ver las cosas de manera positiva independientemente de lo que le estuviera pasando, siempre tenía un dicho, siempre tenía un chiste, siempre tenía palabras de ánimo y además, ¡bailaba muy bien!

Pero pudieron más los recuerdos que yo experimenté como negativos que los positivos, porque desde entonces decidí catalogar a TODOS los colombianos como "traicioneros en el trabajo"…  "No te confíes de ellos nunca", había sido la dolorosa lección que yo había decidido aprender y que compartía con quien se dejara, aunque ni me lo preguntaran, igualita que mi compañera colombiana.

En mi siguiente trabajo me tocó un jefe colombiano… "ufff… mi coco, ¡¿pooor?!".   Y para únicamente reforzar mi prejuicio, él regañaba a las personas en los pasillos, no consideraba la opinión de nadie que fuera diferente a la suya, quería ahorrar dinero en cosas que personalmente no me parecían efectivas, buscaba motivar a la gente comprometiéndose a cosas que no se podían hacer y si alguien difícilmente las lograba, entonces no cumplía su palabra, llevó a cabo algunas promociones que no tenían "justificaciones objetivas" y que molestaban a las personas, entre otras cosas, que si se dan cuenta no son exclusivas de ninguna nacionalidad, ¡hay jefes de todas las nacionalidades que hacen todo eso! Pero lamentablemente para alimentar mi ignorancia, él era colombiano, y reconozco que  conmigo él siempre fue muy respetuoso y muy educado, aunque claro yo me supe someter a su autoridad, supe hablar con él y ser empática con su soledad y su carga, supe hacer propuestas y trabajos que le satisficieran.  Después me enteré que cuando le pidieron referencias mías para mi siguiente trabajo dijo: "lo único que ella hizo mal fue irse".    

En ese mismo trabajo conocí también a otro par de colombianas...  Inteligentes, divertidas, abiertas, cariñosas.

Mónica me invitó a dormir a su casa el día que más lo necesitaba y transformó uno de los peores días de mi vida de aquellos tiempos, en una de las mejores noches… Me reí con ella hasta llorar (con ayuda de Andrés López y una botella de vino).  Me llevó a la ópera, me presentó a su familia, fue a mi cumpleaños aún en épocas de influenza, me escuchaba siempre, se preocupaba por mí, me ayudaba con todo lo que podía, era honesta, transparente y directa.  

Marcela me llevaba a mi casa y pasaba por mí para ir al trabajo, me invitaba a su casa a cenar, desayunar y comer, a sus cumpleaños, a los de su marido y a los del amigo de su marido.  Confiaba en mí y me escuchaba, me pedía asesoría para tratar con mis compatriotas y me pedía disculpas cuando yo le decía que algo no me gustaba.    Me recibía en su casa y me hacía sentir como si yo fuera de su familia.  

Pero todavía y aún así, pudo más el prejuicio que yo ya me había hecho, "todos los colombianos" mantuvieron mi ignorante etiqueta por un buen rato en los escenarios profesionales… aunque los había liberado de culpas en el ámbito personal, particularmente cuando de rumbear se trataba.

En mi siguiente trabajo me tocó interactuar con otra colombiana y también me enteré que hablaba mal de mí con nuestra jefa regional, pero yo ya me había encargado de decirle a ella lo que pensaba de "los colombianos en el trabajo", así que estábamos a mano.  

Un amigo muy querido (y muy inteligente) de India, me dijo: "the day you learn to deal with people from other cultures you will be a true global leader"...  Después de casi 5 años lo entiendo.  Hoy si puedo contribuir para hacer este mundo un mejor lugar para todos, independientemente de nuestra nacionalidad y de nuestras historias globales y personales, siempre hay espacio para nuevas interacciones, para nuevas personas y nuevas experiencias de aprendizaje y crecimiento.  Siempre hay espacio para una tortilla y una arepa en la misma mesa.

La vida nos trajo a vivir a otro país y cuál ha sido mi sorpresa para callarme mi gran boca, que las personas que han sido como nuestra familia aquí para pasar Navidad y Año Nuevo, para escuchar mis confidencias y compartir palabras de aliento y sabiduría, para ir al mercado orgánico o al súper o al centro comercial, para ir a comer, al cine, para intentar aprender finanzas y marketing, para compartir una botella de vino, un té, o un café, para invitarme a pasar unos días en su casa de playa, para dar un paseo por la ciudad, para ponerme en contacto con otras personas, para orar, para (échense este trompo a la uña) ¡abrir una empresa! y básicamente para ayudarme a vivir, todos, ¡han sido colombianos!

Ahora entiendo que en el trabajo, ellos simplemente "se buscan la vida", como dicen, y que con una historia de haber vivido en un país con tanta violencia y que han sido observados con lupa por todo el mundo (por lo menos en los aeropuertos todos fueron tratados alguna vez como sospechosos de una manera tan injusta), van a hacer lo que esté en sus manos para lograr lo que quieren y no me van a esperar, y tal vez ni se van a acordar de mí en ese momento.

Así que de "traicioneros" a "grandes bendiciones", quiero hacer un homenaje a TODOS los colombianos por su gentileza, generosidad, alegría, apertura, cariño, honestidad, sabiduría y fortaleza.  Me encanta su acento y su vocabulario, su café, sus arepas, su chocolate girón, su baile y su rumba en general.  Gracias por su apoyo y por la gran lección de vida que me han dado en nombre de sus representantes, algunos de mis maestros de vida: Jorge, Mónica, Marcela, María Mercedes, Federico, Odalys, Odilia, Carlos, Isabela, Andrea, Natalia, Sonia, Dora y los que están por venir…

"Mi casa es su casa", decimos en mi país a las personas que son bienvenidas en nuestros corazones, y obviamente en nuestra casa :)

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